Monday, May 18, 2020

Crecí, en una casa  grande donde se secaban montañas de chiles en una parte del patio, y montañas de mazorcas en la otra, una casa de tres patios dos pozos que después taparon y dos gigantes corrales convertido en cocheras, un chiquero larguísimo, al que temía como a nada en el mundo, --los gruñidos me espantaban-- , mi abuelo a base de puro trabajo, compró esa casa, era un señor recio, gritón, que a base de mucho esfuerzo, y a qué negarlo, mucho caciquear a los peones y a quien se dejará, compró un terreno p sus hijos y por lo mientras, él sembraba y tenía sus vacas, regresando a la casa, era  una de esas macizas que hicieron los españoles, con un zaguán amplio de techo altísimo, pisos de ladrillo antiguo que tenía la facultad de bajar 2 grados al calor de afuera. En ese zaguán se vendía leche por la mañana y por la tarde, leche recién ordeñada y colada en una coladera enorme y una manta de cielo. Frente al zaguán el patio gigante, y el comedor con una enorme y coqueta puerta vidriera, daba a un lado a la cocina de piso de azulejos verdes, que siempre olía a queso y cuajada y por lo regular acudían dos señoras  a moler en el metate.



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